EFECTO DOMINÓ

Todos nosotros recibimos del universo "señales" acerca de los patrones que repetimos, los cuales causan sufrimientos. 
Recordamos la frase más pronunciada por psicólogos y Terapeutas: "¡quédate en el corazón... haz lo que él te pide!" Y, cuestionamos: cuando lo hago así, soy mal interpretado. No obstante, sabemos también que si no actuamos a nuestro favor, nos enfrentaremos a más sinsabores. Esto causa mucha polémica y discusión, porque muchos entienden "hacer lo que el corazón pide" como "egoísmo" y otros aprovechan la ocasión actuando de forma insincera, sirviéndose de ello en provecho propio. 
La historia del sutra, llamada: La insensatez y la estupidez de los necios, cuenta:
Había, cierta vez, un hombre que se irritaba con facilidad. Un día, otros dos hombres charlaban acerca del hombre irritable, frente a la casa donde éste vivía. El uno le decía al otro: "Él es un buen hombre, pero demasiado impaciente; tiene un temperamento explosivo y se enoja rápidamente". El hombre irritable, oyendo la observación, irrumpió fuera de la casa y atacó a los dos amigos, golpeándolos, pateándolos y haciéndoles daño.
"Este hecho nos enseña que cuando se advierte a un sabio sobre sus errores, reflexionará acerca de ello y mejorará su conducta. Cuando, sin embargo, se le señala su mala conducta a un insensato, no solo despreciará la advertencia, sino que además continuará en la repetición del mismo error".
Ir por el camino del discernimiento es la clave. Es preciso "aprender a oír las señales", a ser observadores de nosotros mismos. La sabiduría (la de alma, no el conocimiento) nos ayuda a desarrollar la humildad. Sería prudente estar en alerta en nuestra vida respecto a los "ataques enemigos", como las formas-pensamientos y a las malas compañías, que son desastrosos para nuestra vida espiritual, quitándonos la facultad de discernir y fomentando el orgullo. 





La persona sensata, equilibrada y humilde reconoce con facilidad dónde están sus debilidades y dificultades, abriendo espacio para nuevas oportunidades, nuevas aparcerías, y una jornada con mucho más calidad, material y espiritual. Esas cualidades eliminan definitivamente de nuestras vidas el Efecto Dominó, pues, para salir de patrones de sufrimiento que se repiten en la vida, antes hemos de reconocerlos, enfrentarlos, y solo después, desecharlos.
Para reconocerlos, hemos de ser humildes. Para enfrentarlos, necesitamos coraje y, para desecharlos, hemos de tener fe, equilibrio, y ser sensatos, pues las viejas tendencias no desaparecen de un momento a otro, tan solo porque las hemos reconocido y enfrentado, puesto que ya se han convertido en costumbres. El término insensatez significa falta de sentido, desequilibrio.
El insensato no logra percibir su propio grado de sufrimiento, pues se hunde en la falta de humildad, en la arrogancia y en el orgullo. A menudo son personas que adoptan en la vida actitudes "según las compañías que tienen", ya que, no teniendo autoestima, necesitan ser aceptados por su grupo y jamás aceptan una opinión que les lleve la contraria.
Podemos tener conciencia de un comportamiento y no conseguir o incluso no saber cómo modificarlo, pues ya se ha vuelto costumbre; esto causa situaciones desagradables, que traen dolor y sufrimiento innecesarios. Los hábitos instalados son origen de formas-pensamientos que atraen siempre las mismas situaciones y entramos en un círculo vicioso que nos paraliza, entorpece, ilude, e impide la evolución. Nos deja estancados en lo viejo.
Cuánta dificultad evitaríamos enfrentando las malas situaciones con humildad. Solo esa virtud nos ayuda a desmoronar las barreras del ego, para enfrentarnos al efecto dominó de una manera abierta y consciente.
Hay tres cualidades del hombre que le impiden alcanzar esas dádivas: la ignorancia, la imprudencia y la insensatez.
Con el cambio planetario, se nos hace urgente comprender que una reforma íntima debe originarse de la transformación profunda del Ser Humano. La reeducación no es tarea fácil, ni rápida, pues necesita ejercicio constante. Puede ayudarnos mucho la virtud del discernimiento, para reconocer, enfrentar y desechar todos los patrones repetitivos que traemos. 
Cuando sufrimos, nos acercamos mucho más a nuestra alma. El sufrimiento significa que algo no anda bien; algo que pide ser encarado y transmutado.
Observa esto como oportunidad para entrar en contacto con tu alma, conocerla profundamente, elevar tu conciencia y alcanzar la paz.